Periodo romántico.Toma su nombre de la influencia ejercida a lo largo del siglo XIX, por un movimiento generalizado en el mundo occidental, llamado romanticismo, aparecido después de la revolución francesa, Como una consecuencia de la disolución del antiguo régimen y orden social que ello significó. El romanticismo abarcó o se dejó sentir en todos los aspectos de la cultura, comprendidas las artes. En música, su influjo se percibió posteriormente al ejercido en otras artes, como la pintura, y se caracteriza por su oposición a la objetividad dominante propia del periodo clásico, proponiendo la modificación y ampliación de los antiguos parámetros, con una finalidad primordial: dar franca primacía al sentimiento sobre la forma, a la subjetividad sobre la perfecta simetría. Así, los estados anímicos introducirán y acrecentarán durante todo este periodo un seductor colorido y calidez emocional, que no habrían sido posibles durante el clasicismo. Y sin proponérselo concientemente, abrió los canales para que esa corriente que surgía impetuosa, se diversificara alejándose cada vez más velozmente de sus posturas fundadoras y generando nuevos aportes, que terminaron diluyéndolo en la gran fuerza avasalladora del siglo XX.La novedosa concepción significó la apertura a un florecimiento musical, representado por una extraordinaria cantidad de compositores. conocidos por vastos sectores de público.Algunos autores: Beethoven (desde la segunda etapa de su producción), Schubert, Weber, Meyerbeer, Auber, Rossini, Belliní, Berlioz, Chopin, Donizetti, Paganiní, Mendelssohn Bartholdy, Schumann, Dvorak, Liszt, Grieg, Verdí, Gounod, Saint Saéns, Bizet, Massenet. Los compositores rusos encabezados por Miguel Glinka y seguido por el conjunto de cinco amigos decididos a implantar una música nacional rusa con matices de la lejana dominación asiática: Rimsky Korsakow, Bodorin, Cuí Balakirev y Mussorgsky, en contraposición a los representantes de la música rusa con influjo europeo: Rubinstein y Tchaikovsky.La segunda mitad del siglo XIX encontró a amplios sectores de público de las distintas naciones europeas, ganados por la gran difusión de la música en sus variadas formas de brindarse; publico cada vez más entusiasta y apasionado, dispuesto a intervenir en vehementes apreciaciones y controversias sobre este o aquel estilo, tendencia u orientación, formas que la misma esencia romántica estimulaba. La propensión para acentuar y diferenciar el arte regional condujo al nacionalismo musical: de tal suerte, que la música de cada nación adquirió caracteres propios mucho mas definidos y perceptibles por el oyente, que los rasgos atribuidos a las creaciones del periodo clásico.En el pináculo del romanticismo,hallamos figuras del más alto relieve y de influencia decisiva en el ocaso del periodo. Es descollante la personalidad de Richard Wagner. La transcripción del párrafo siguiente es por demás demostrativa en cuanto a la opinión que merecen sus creaciones."Sin la ayuda de nadie, Wagner cambió el destino de la ópera. Estableció sus propias leyes de estética, creó sus propias estructuras y desarrolló su propio estilo, produciendo un arte que es tan único por su amplitud de concepto y su sentido iconoclasta, como por su nobleza y grandeza. Finalmente, pudo llevar la ópera alemana a la meta hacia la cual se encaminaba desde los días de Gluck. Su ideal consistía en lograr una síntesis de todas las artes en un superarte, el acoplamiento perfecto de música, poesía, drama, decorados y representaci6n. Esto era una forma más amplia del histórico esfuerzo alemán por hacer de la música y la actuación teatral una sola e indivisible entidad"."Llamó a su música, "Arte del futuro". Esta frase se convirtió en el grito de batalla de la vanguardia musical durante medio siglo, y bajo su estandarte se entablaron luchas feroces. Era, por cierto, el arte del futuro. La revolución de Wagner tuvo gran influencia sobre todos los compositores que lo siguieron. Pero es igualmente, la apoteosis del arte del pasado. Wagner fue el último de los románticos, llevó al romanticismo a su florecimiento final. Permanecer romántico después de él era imitarlo, y fueron muchos los que lo siguieron sin resultado, aunque llenos de esperanzas. Aquellos que quisieron conservar su individualidad tuvieron que rebelarse contra él. Muchas tendencias de la música del siglo XX, desde el impresionismo hasta el expresionismo, no son más que tentativas para escapar al hechizo del wagnerianismo.Operas: Rienzí, Tannhäuser , Lohengrin, Tristán e Isolda, Los maestros cantores, Parsifal y la gigantesca Tetralogía : El anillo de Nibelungo, que comprende cuatro óperas: El oro del Rin, La valquiria, Sigfrido y El ocaso de los dioses.En oposición a la portentosa originalidad de Wagner, que concentraba la atención de numeroso público, por las inmensas posibilidades expresivas que abría al teatro musical, se nos presenta Johannes Brahms, continuador de la honrosa tradición sinfónica encarnada en Haydn y Beethoven.Precisamente, su apego a las formas tradicionales y ser la antítesis de Wagner, hicieron que los adversarios de éste, vieran en su música una reacción contra las innovaciones wagnerianas. Sin embargo, pese a las reprobaciones de los partidarios de Wagner, Brahms muchísimo de ser un compositor reaccionario; su música está impregnada de vigoroso fervor y expresión poética, y se desarrolla dentro de los recursos técnicos ya aceptados en su época, condiciones esenciales que hicieron posibles el advenimiento del romanticismo. Sus cuatro sinfonías son la prueba concluyente de esta aseveración.En el orden vocal, tuvo importante difusión en el siglo XIX, un tipo de canto contrastante con la amplitud del requerido para la del teatro: el lied. Esta clase de composición ya era conocida en el siglo anterior; Mozart nos ha dejado bellísimos ejemplares de ellos. No obstante, el lied es una de las manifestaciones más características del romanticismo.Para definirlo con sencillez, el lied es la expresión culta de la canción popular, de la cual recibe su aporte originario; y es, en esencia, la canción para una voz solista con acompa5amiento de piano. Posee un carácter intimo, en contraposición a las grandes exteriorizaciones de la lírica. Es el canto diáfano que expone un inspirado tema sentimental, sin aditamentos ni pretensiones. Hubo grandes creadores de lieder. Schubert se destaca entre ellos; recordemos los ciclos de canciones, La bella molinera, El canto del cisne, Viaje de invierno, Margarita en la rueca. Mozart y Beethoven también escribieron heder, lo mismo que Schumann. Pero no debemos olvidar al genial compositor de heder por antonomasia, el atormentado Hugo Wolf, autor de una copiosa producci6n de ejemplares de este género.El siglo XIX vio florecer, asimismo, dos nuevas formas ligeras de composición: la zarzuela y la opereta, ambas trasuntando un ardiente colorido popular y sentimental. La primera tuvo un lejano antecedente en el Madrid de 1630, que pronto se repitió en la residencia veraniega del rey Felipe IV, llamada Palacio de la Zarzuela, de donde tomó su nombre. La segunda, fue una consecuencia artística propia de Europa central, conmovida por las transformaciones sociales originadas en la revolución francesa.